En anteriores post he comentado cuanto de importante es la
familia en el proceso de una persona que tiene problemas con el consumo de una
sustancia o con una adicción comportamental. Su apoyo es fundamental. Pero hay
matices en cuanto quién está a su lado. Existen diferencias si el familiar es
el progenitor del adicto o es la pareja.
Para empezar, como me comentó hace poco la pareja de una
persona con problemas con la cocaína, “los padres lo son toda la vida, pero la
pareja te la has encontrado por el camino de la vida”. Esto significa, que tener
que dar esta comprensión y tener que “aguantar” no es tan fácil cuando es
aquella persona con la que has decidido compartir tu vida y ser feliz.
Cuando la pareja descubre el problema, que normalmente no es
por confesión del adicto, empieza a entender una serie de cosas del pasado. Una
mujer me comentó que le empezaron a venir diferentes imágenes que en ese
momento empezó a entender.
Antes de ese momento, la pareja no logra dar explicación a lo
sucedido. Es más, si nos referimos a la actitud del adicto, que se encierra en
sí mismo, busca soledad, no hay comunicación, la pareja lo achaca a que es porque
la relación no va bien, e incluso se siente culpable.
Empieza a entender porque falta dinero más de la cuenta,
empieza a conocer la verdad de algunas mentiras.
Lo que creo que llevan peor es el sentimiento de traición y
desconfianza. Hace poco, en una reunión con una mujer que acababa de casarse me
comentó que lo peor que llevaba era recordar las veces que su marido le había
prometido que ya lo había dejado, que ya no consumía. Y cuando vuelve a verse
el pastel, no creer que había depositado otra vez la confianza y la había
vuelto a traicionar.
Una de las cosas que ayudan a las parejas es entender el
proceso de la adicción. Que en este mundo es común las mentiras, el “yo
controlo”, priorizar ante los valores y sobre todo lo que le rodea. Los adictos
no son conscientes de esto hasta que caen en un pozo donde no ven salida,
entran en un bucle en el que no ven momento de salir de él.
Cuando el adicto toma la decisión de pedir ayuda, la pareja
está a su lado, sí, es cierto, aunque la sensación que emanan es la de
desconfianza, la de vivir en un alerta durante un largo tiempo. Y con ganas de
expresar ira y de hacer reproches. Son como volcanes en erupción en el que en
el proceso de desintoxicación se están conteniendo.
Aparece también la parte del “qué dirán”. Si lo decimos a la
familia o no. Las parejas que optan por no decirlo, se sienten solas, sin poder
desahogarse con alguien sin poder compartir esa rabia de la que hablamos.
Sólo decir que la adicción no es solo cosa del que consume
sino que tiene consecuencias colaterales que hay que cuidar tanto o más que los
propios adictos.