domingo, 30 de noviembre de 2014

CUANDO MI PAREJA ES UN ADICTO



En anteriores post he comentado cuanto de importante es la familia en el proceso de una persona que tiene problemas con el consumo de una sustancia o con una adicción comportamental. Su apoyo es fundamental. Pero hay matices en cuanto quién está a su lado. Existen diferencias si el familiar es el progenitor del adicto o es la pareja.

Para empezar, como me comentó hace poco la pareja de una persona con problemas con la cocaína, “los padres lo son toda la vida, pero la pareja te la has encontrado por el camino de la vida”. Esto significa, que tener que dar esta comprensión y tener que “aguantar” no es tan fácil cuando es aquella persona con la que has decidido compartir tu vida y ser feliz.

Cuando la pareja descubre el problema, que normalmente no es por confesión del adicto, empieza a entender una serie de cosas del pasado. Una mujer me comentó que le empezaron a venir diferentes imágenes que en ese momento empezó a entender.

Antes de ese momento, la pareja no logra dar explicación a lo sucedido. Es más, si nos referimos a la actitud del adicto, que se encierra en sí mismo, busca soledad, no hay comunicación, la pareja lo achaca a que es porque la relación no va bien, e incluso se siente culpable.

Empieza a entender porque falta dinero más de la cuenta, empieza a conocer la verdad de algunas mentiras.

Lo que creo que llevan peor es el sentimiento de traición y desconfianza. Hace poco, en una reunión con una mujer que acababa de casarse me comentó que lo peor que llevaba era recordar las veces que su marido le había prometido que ya lo había dejado, que ya no consumía. Y cuando vuelve a verse el pastel, no creer que había depositado otra vez la confianza y la había vuelto a traicionar.

Una de las cosas que ayudan a las parejas es entender el proceso de la adicción. Que en este mundo es común las mentiras, el “yo controlo”, priorizar ante los valores y sobre todo lo que le rodea. Los adictos no son conscientes de esto hasta que caen en un pozo donde no ven salida, entran en un bucle en el que no ven momento de salir de él.

Cuando el adicto toma la decisión de pedir ayuda, la pareja está a su lado, sí, es cierto, aunque la sensación que emanan es la de desconfianza, la de vivir en un alerta durante un largo tiempo. Y con ganas de expresar ira y de hacer reproches. Son como volcanes en erupción en el que en el proceso de desintoxicación se están conteniendo.

Aparece también la parte del “qué dirán”. Si lo decimos a la familia o no. Las parejas que optan por no decirlo, se sienten solas, sin poder desahogarse con alguien sin poder compartir esa rabia de la que hablamos.

Sólo decir que la adicción no es solo cosa del que consume sino que tiene consecuencias colaterales que hay que cuidar tanto o más que los propios adictos.

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