lunes, 2 de diciembre de 2013

LA COMUNICACIÓN PADRES E HIJOS Y SUS DOCE BARRERAS



La comunicación es nuestro principal mecanismo de interacción. A través de ella se conocen y negocian los espacios en la vida cotidiana, al igual que se entregan o vivencian loas creencias, las costumbres y los estilos de vida propios de cada familia, comunidad o espacio social al que se pertenece. 

Las relaciones familiares positivas son al mismo tiempo fuente de recursos psicosociales que facilitan a su vez, procesos adaptativos en el niño y en el adolescente. 

A continuación, 12 acciones que dificultan la comunicación entre padres e hijos pudiendo dañar las relaciones afectivas dentro del ámbito familiar:

  • ORDENAR, MANDAR: Estos mensajes comunican al niño que sus sentimientos o necesidades no son importantes, deben acatar lo que dice el padre (“no me importa lo que quieras hacer, entra inmediatamente en casa”)
  • AMENAZAR: Estos mensajes pueden hacer que el niño se sienta atemorizado (“si lo haces te arrepentirás”). Pueden despertar resentimientos y hostilidad.
  • ALECCIONAR, SERMONEAR: Estos mensajes intentan hacer ver al hijo el poder la autoridad. Los hijos pueden responder oponiendo resistencia y defendiendo su postura incluso más tercamente. (“hay que hacer lo debido”).
  • DAR SOLUCIONES PARA TODO: Estos mensajes a menudo llegan al niño como una prueba de que el padre no confía en su capacidad para encontrar su propia solución. Puede hacerles dependiente del padre y dejan de pensar por sí mismos. (“déjame hacerlo solo”).
  • INSTRUIR: La acción de intentar enseñar a veces hace que el “alumno” sienta que es inferior (“siempre crees que lo sabes todo”). A menudo los hijos ya conocen los hechos que los padres insisten  en explicarles (“Ya sé todo eso, no tienes que explicármelo”).
  • JUZGAR, CRITICAR, CULPAR: Estos mensajes hacen que se sientan inferiores. El autoconcepto del niño se forma a partir de juicios y las valoraciones que hacen de él los padres. Responden a la defensiva, sencillamente para protegerse.
  • ALABAR: Un valoración positiva que no concuerde con la imagen que el niño tiene de sí mismo puede fomentar la hostilidad. (“no soy guapa, soy fea”).
  • RIDICULIZAR, AVERGONZAR: Estos mensajes pueden producir un efecto devastador en la imagen que tiene de sí mismo. La respuesta más frecuente de los niños es el contraataque (“y tú eres un pesado”).
  • INTERPRETAR, DIAGNOSTICAR: Estos mensajes comunican al niño que el padre lo conoce “de arriba abajo. Puede resultar frustrante para el niño. Si la interpretación del padre resulta ser acertada, el niño puede sentirse avergonzado por quedar al descubierto (“no sales con nadie porque eres demasiado tímido”). Cuando este análisis o interpretación son erróneos, el niño se enfada porque le acusan injustamente.
  • CONSOLAR, QUITAR IMPORTANCIA: Estos mensajes no son tan útiles como suele pensar la mayoría de los padres. Tranquilizar a un niño que está inquieto por algo puede servir sólo para convencerle de que no se le comprende (“no dirías esto si supieras lo asustado que estoy”). Los padres consuelan porque no se sienten cómodos cuando el niño está así. Estos mensajes transmiten que queremos que deje de sentirse así (“no te preocupes, todo saldrá bien”). Tenemos que pensar si lo hacemos más para calmar nuestra angustia que para ayudar a nuestros hijos.
  • SONSACAR, INTERROGAR: Hacer preguntas puede transmitir falta de confianza o duda. (“¿Cuándo rato has estudiado?”)
  • DISTRAER, IRONIZAR: Estos mensajes pueden comunicar que no se está interesado por él, que no se respetan sus sentimientos o que, directamente, se le está rechazando.

Los niños, como los adultos, quieren que se les escuchen y se les comprenda con respeto. Si los padres se deshacen de ellos, pronto aprenderán a ir a otro sitio con sus problemas y sentimientos importantes. Y luego vienen las quejas…

Entonces, ¿Lo intentamos?

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